El son y danzón; la música de la vida - DFMente

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jueves, 17 de julio de 2014

El son y danzón; la música de la vida

La exteriorización de los sentimientos se hace presente  en un pequeño espacio, un lugar que se transforma en un inmenso mundo de creatividad, entusiasmo, libertad y gran manifestación del gusto por vivir. Un espacio en el cual se pueden borrar todos los achaques, preocupaciones, problemas y un sinfín de manifestaciones negativas que perjudican la estabilidad de la vida.
Este singular lugar, a donde la gente acude a expresar sus sentimientos se conoce como el parque de “La Ciudadela”. Aquí, a través de la música de son cubano y danzón, la gente se libera de los malestares y problemas, los transforma en ilusiones y alegrías. El bailarlo, les permite favorecer esta expresión de sentimientos y puede convertirse en una terapia para indagar en el conocimiento interior, para descubrir aptitudes, gustos o pasiones.

Al caminar un sábado por el parque se puede apreciar una multitud, los curiosos que pasean por el lugar no pueden dejar de mirar a la gente que se concentra en ese sitio,  se detienen a observar, otros quedan admirados, prestan atención al movimiento de personas que a la distancia se ve, y los más aventados hasta se hacen partícipes de ese tumulto.

A la salida de la estación del metro Balderas, por la avenida  del mismo nombre; quién no va a notar el intenso movimiento que se deslumbra, con la mirada tienes que esquivar algunos puestecillos que obstaculizan el paisaje para no perder detalle alguno. Pero entrando por la avenida Márquez Sterling, casi en frente del mercado de artesanías que está sobre la avenida Balderas, en la delegación Cuauhtémoc, se puede tener una gran perspectiva del acontecimiento. El edificio que antes era la fábrica de tabaco y que ahora es la biblioteca México, es la gran espectadora del evento.
Pocos minutos antes de las dos de la tarde se observa a personas colocando instrumentos y algunas sillas alrededor de la fuente que está frente a la biblioteca; otras, ansiosas esperan, a simple vista se ve que ya pasan de los cincuenta años, pero no son más de treinta personas. Pepe Vallejo, director de la orquesta Son Caribe, dice que el evento que está a punto de comenzar, será un baile de son cubano y danzón que brindará su grupo.

La multitud danzante de personas mayores cubre esa parte del parque, aunque también hay alguno que otro joven haciendo competencia. Y en un abrir y cerrar de ojos el número de personas que esperaban pacientes se ha multiplicado, ahora son alrededor de cien y se han convertido en vigorosos bailarines. La gente mayor baila con soltura y enjundia, hacen gala de sus agraciados pasos, demuestran el sobresaliente ritmo de son cubano y danzón como en sus primordiales tiempos y lo hacen mejor que los jóvenes presentes aprendices.
Es difícil puntualizar con exactitud el número  de personas que danzonean en esta plaza, pues el movimiento no lo permite. El lugar no es muy grande y para bailar es un lío, pero la gente se las ingenia para encontrar un buen espacio. Se pueden calcular unas doscientas personas que acuden al baile a esta plaza.

El evento en comienza a las 11 de la mañana, finaliza a las 4 de la tarde todos los sábados y es totalmente gratuito. Las personas que quieren tomar cursos de danzón o son cubano lo hacen por su cuenta, de igual manera que los que imparten estos cursos. Pagan si se les hace adecuado y cobran lo que les parece apropiado.
Unas de las causas por las que surgió la plaza, fue recuperar espacios públicos, pues este lugar estaba olvidado hace veinte años.
Un evento de esta naturaleza obviamente requiere de gastos, pero mismos que la delegación Cuauhtémoc absorbe al formar parte del programa de desarrollo social de la delegación.

No hace falta averiguar si en verdad éste es el espacio del verdadero gusto por la música y el baile del son cubano y danzón, tampoco es necesario tener más de cincuenta años, ni considerarse persona adulta mayor para asistir al gran parque de “La Ciudadela”, basta con  tener las ganas de sentirse mejor, de querer aprender o enseñar algo nuevo, aunque no necesariamente sea el danzar. Las categorías sociales se borran al mismo instante en el que se pone un pie en la zona de baile, simplemente será una experiencia que jamás podrá desligarse de la persona que lo viva.

Una vez entrando en este círculo de infinito valor cultural, no se podrá salir. Este espacio tan singular representa una pequeña fracción de la expresión artística y cultural de mujeres y hombres. Es el lugar de los amantes  de la música, del baile, de la expresión, de la creación, del aprendizaje, de la enseñanza; de la creatividad, de la convivencia, de la pasión, de la socialización y de la vida.

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