“El Tepo”, hijo de Delfina se
introdujo en el corazón del burdel, responsabilidades labores básicas de
muerte, protector de los artículos de su madre, limpiando telarañas del burdel
observadas por parroquianos, persiguiendo sombras violentas en lo profundo del
local, pagando el soborno de una tranquilidad enmascarada, todo esto mientras
las autoridades muerden sus lenguas.
El templo fue derrumbado por la
presión social, la figura del cuerpo policiaco en defensa del porvenir moral se
presentó en el local, el Tepo valiente tomó un fusil para defender la tormenta
que nacía en sus pies, la valentía murió al primer instante mientras Delfina
observaba sin lágrimas, con los ojos desérticos, con el alma vacía.
Delfina y Carmen se alejaron de
la masacre, de las voces, de los corazones destrozados. Llegaron a Guanajuato
con el poder económico ansiosas de más poder y encontrándose en el camino con su
sangre, sin alejarse descubrieron a María de Jesús la tercera de las “Poquianchis”,
que particularmente se dedicaba a ser intermediaria entre el sexo y los deseos
cumplidos, jugando con la carne de sus princesas prisioneras. La caravana
femenina de María de Jesús llegaba en forma de camión de redilas, como un
servicio a domicilio donde los placeres se ocultaban en cuartos solitarios o en
la siembra.
El trío que revolucionaria la
historia del crimen en México estaba hermanado, el capital reunido y las ideas
sangrientas claras. La ley en Guanajuato no castigaba el trato sucio de las
personas utilizadas sexualmente, encontrando libertad, las hermanas tomaron
camino al universo más negro-sangriento-aterrador, la apertura fue inminente y
así nace “La Barca de Oro” con una producción sexual y una moral cegada. Este
local con antecedentes alcohólicos memorizando batallas y venganzas, pertenecía
a un amanerado dueño al que todos nombraban “El Poquianchis” este sobrenombre
paso a las nuevas dueñas mismo que despreciaban pero el tiempo, la historia,
los litros de sangre y los recuerdos frustrados no podrían guardar.
Nuevamente las hermanas contaban
las ganancias, infinitas, no cabían en sus seis manos, “La Barca de Oro” se
llenaba de soldados, campesinos y policías. La delincuencia presente con sus
dos caras mientras detrás de las cortinas el baile con la esperanza es como el
aire, como las hojas secas, sólo se ve el paso de la libertad que va cayendo
con los días futuros.
Percastre
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