Hace un par de días que estoy dándole vueltas a un tema que
actualmente aqueja gravemente a nuestra sociedad. Saber que somos el deshonroso
primer lugar a nivel internacional de casos de bullying en educación básica es
muy alarmante. Esto afecta a 18 millones, 781 mil 875 alumnos de primaria y
secundaria tanto públicas como privadas, de acuerdo con un estudio de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Estoy casi seguro de que todos en algún momento hemos sido
víctimas y victimarios, pero, ¿En qué momento asumimos que tenemos derecho a
burlarnos de los demás? ¿Qué nos da derecho de humillar y pisotear a otro ser
humano? ¿Es que acaso ya no tenemos conciencia ni respeto por la vida, sobre
todo, de cómo estamos educando a nuestra niñez? ¿Qué estamos haciendo en casa
para que en las escuelas se tengan este tipo de conductas que, conforme avanza
el tiempo, son más frecuentes en lugar de detenerse?
Otra variante de este hecho es el llamado mobbing, que es
bullying entre compañeros de trabajo. A lo mejor no debería ser yo quien diga
esto, ya que donde trabajo también he sido quien en varias ocasiones se ha
burlado de algún compañero bajo la excusa que muchos ponemos de que “el que se
lleva se aguanta”, y aquello se convierte en un ir y venir de insultos con los
cuales jamás nos ponemos a pensar en el daño que hacemos a la otra persona.
Es un buen momento para decir que si bien no cambiare al
mundo, si voy a cambiar mi alrededor y dejar esta actitud que lo único que hace
es deteriorar nuestra calidad humana, así como inculcarlo a mi hijo para que no
sea víctima ni victimario.
Arturo Suárez
Director Editorial
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